Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100437
Legislatura: 1902
Sesión: 19 de Noviembre de 1902
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 55, 1044 -1046
Tema: Presentación del nuevo Gobierno del Senado

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Señores Senadores, sucesos parlamentarios ocurridos en el otro Cuerpo Colegislador, de que tenéis noticia todos vosotros, y sobre todo, las dudas, de que con una insistencia en ningún otro caso superada, se hicieron eco nuestros adversarios, lo mismo en los debates parlamentarios que en la prensa periódica, respecto de si contábamos o no con el apoyo de la Corona, obligaron al Gobierno de S. M. a presentar ante el Rey la cuestión de confianza. Así lo hice con acuerdo unánime de todos mis compañeros, y S. M. el Rey se tomó veinticuatro ho- [1044] ras para reflexionar, al cabo de las cuales se dignó encomendarme la formación de un nuevo Ministerio.

Yo, agradeciendo como debía el honor que me dispensaba con tan gran confianza, me atrevía a hacerle observar que, tratándose del primer Gobierno nombrado por S. M., podían seguirse dos caminos: uno, de atracción liberal, con la formación de un Gabinete en el cual tuvieran cabida todos aquellos elementos que, aceptando las tendencias generales del partido liberal, quisieran venir a ayudarle en la resolución de los problemas pendientes con criterio liberal y democrático; en una palabra, buscando una concentración liberal por la izquierda, en respuesta a otra concentración conservadora por la derecha. El otro camino era el de formar un Ministerio homogéneo del partido liberal, pero con personajes elevados de este partido, con lo que se llama en los partidos, notables de los mismos. Hícele presente, además, a S. M. que, para el primer procedimiento, yo no era el más a propósito, y no lo era, porque me habían combatido duramente aquellas personas con quienes yo tendría que entenderme, las cuales no se avendrían, naturalmente, a gobernar conmigo, y, sobre todo, a gobernar bajo mi presidencia. Su Majestad el Rey me interrumpió, diciéndome: ?Usted está encargado por mí de formar el Ministerio; usted lo forma como pueda, y siempre del modo mejor a los intereses del país.?

Y emprendí mis trabajos, siguiendo el primer camino, aunque con pocas esperanzas de éxito.

En efecto, al poco tiempo me persuadí de que el gobierno de concentración liberal no era posible bajo mi presidencia; sin embargo, saqué una buena impresión, la impresión de que parte de las fuerzas que habían de entrar en esa concentración, las representadas por el Sr. Duque de Tetuán, a quien siento no ver en este sitio, sobre todo, por la causa que se lo impide, y las del señor general López Domínguez, a quien, con harto disgusto mío, tampoco veo en su puesto, las fuerzas, repito, de estos dos señores, atentas más que a las personas a los principios, las creía dispuestas a ayudar al partido liberal, mientras el partido liberal propusiera soluciones liberales y mientras desaparecieran las asperezas que, naturalmente, ha producido la lucha en que hasta ahora hemos vivido.

Una de las fuerzas parlamentarias y políticas que había de entrar también en este Ministerio de atracción liberal, es la capitaneada por el Sr. Romero Robledo, que aceptó el pensamiento con entusiasmo, prestándose a llevar a cabo su realización con toda su voluntad; pero, ya por malas inteligencias en las negociaciones, o por incidentes imprevistos y contrariedades en el curso de las mismas, es lo cierto que tampoco esta concentración pudo llegar a realizarse, tampoco prosperó.

Terminados sin éxito mis trabajos respecto a la concentración liberal, hube de limitarme a la formación de un Ministerio homogéneo del partido liberal, queriendo formarlo en las condiciones y circunstancias que yo estimaba que exigía el primer Gobierno nombrado por S. M. Pero causas de enfermedad en algunos de mis amigos, motivos atendibles, sin duda, en otros, hacían difícil, si no imposible, mi empresa, en cuyo caso, yo presenté la resignación de mis poderes a S. M. y S. M. me reiteró de nuevo su confianza; pero entretanto, y quizá por esto, se había propalado la idea de que yo no podía formar Gabinete, porque el partido liberal estaba desunido, y porque además le negaba a su jefe la adhesión con que hasta ahora le había favorecido.

Claro está que no podía dar paso ninguno sin antes reunir a mis correligionarios, como lo hubiera hecho, si la premura del tiempo lo hubiera permitido; pero ya que no puedo hacerlo, reuní, por lo menos a los exministros del partido liberal. El resultado de esta reunión es conocida de todos los Sres. Senadores, y nada tengo que decir de ella, como no sea para manifestar mi profunda gratitud a todos y cada uno de los concurrentes a ella, por las inequívocas muestras de afecto, adhesión y lealtad que en generosa competencia todos me prodigaron.

Con la reiteración de la confianza de S. M. el Rey y con la adhesión incondicional de mis amigos, que permite confirmar que el partido liberal está unido, y, como siempre, al lado de su jefe, emprendí los trabajos para ver cómo podía desempeñar del mejor modo posible la misión que me encargó S. M. el Rey. Si yo hubiera realizado el Ministerio de concentración liberal, hubiera sido una crisis amplia, pero limitado a formar un Gobierno homogéneo, me propuse dos cosas: primero, reducir la crisis posible; segundo, llenar las vacantes de los Ministros salientes del anterior Gabinete con exministros antiguos ya experimentados en las funciones de Gobierno, y de aquellas personas que se llaman notables en los partidos. Pues bien; todos, y cada uno de los compañeros, se apresuraron a porfía a facilitar mi misión, presentándome con gusto su dimisión, pero pensándolo bien, y después de darle muchas vueltas, yo entendí que, tratándose de un Ministerio que representara ante todo la experiencia en los asuntos de gobierno, y habiendo de traer a los exministros antiguos, era natural que salieran del Gobierno los Ministros más modernos, aunque eso me privaba de la adhesión y lealtad con que en el anterior Ministerio me han servido en sus diferentes departamentos, teniendo el sentimiento de separarme de amigos míos, algunos de los cuales, no sólo están unidos a mí por vínculos de amistad, sino por estrechos vínculos de parentesco. A esos Ministros los he reemplazado con los Sres. Puigcerver, Eguilior y Salvador, de los cuales nada tengo que decir, porque amigos siempre de la mayoría y siempre adversarios de las minorías; de la mayoría, de las minorías y de todos los Sres. Senadores, de antiguo son conocidos.

De esta manera, pues, completé el Ministerio, que previa la aprobación de S. M. tengo el honor de presentar al Senado.

¿Cuáles son los propósitos que trae este Gabinete al Gobierno? Lo voy a decir en el menor número de palabras posibles. Consiste en mantener en toda su integridad los ofrecimientos consignados en el discurso de la Corona, de los cuales hay algunos que están ya realizados y otros traducidos en proyectos de ley y presentados a las Cámaras, y los demás serán también presentados pronto en el orden de preferencia que determinen las necesidades del país. También ha de tener presente el Gobierno aquella especie de adición al discurso de la Corona que constituye el programa que sirvió de base al Minis- [1045] terio de que formó parte el Sr. Canalejas. Pero para que estos ofrecimientos no queden en vana promesa, y para que no se reduzcan a letra muerta, el Gobierno de S. M. está resuelto a no suspender las sesiones de Cortes fuera de las breves vacaciones de Navidad, mientras haya pendientes de resolución problemas tan importantes y urgentes como, por ejemplo, el proyecto de ley de huelgas, los consejos de conciliación, el Instituto del Trabajo, la reforma de la ley del Jurado, la modificación de la ley Municipal, el plan general de obras públicas, terrestres, marítimas y de riego, sin olvidar las de defensa del territorio, la ley de Asociaciones, y por último, los proyectos de ley especiales, con los cuales ha de irse modificando el presupuesto en la idea de contener los gastos, de mejorar los ingresos y de normalizar los servicios. Mientras estos proyectos de ley estén en discusión, o no sean resueltos, el Gobierno está también resuelto a no suspender las sesiones de Cortes para que, si así y todo la labor legislativa no prosperara, cada cual cargue con la responsabilidad que le corresponda.

Pues bien, Sres. Senadores, el Gobierno no viene en son de hostilidad contra nadie; claro está que el Gobierno se ha de defender de los que le ataquen injustamente; el Gobierno viene a favorecer todo lo que la ley consienta y a contrariar lo que la ley condene; viene a exigir a todos los ciudadanos, sin distinción de clases ni categorías, ni personas, el acatamiento a las leyes, y a exigir de los funcionarios públicos, cualquiera que sea su posición, categoría y estado, el severo cumplimiento de su deber; en una palabra, viene a administrar bien y con rapidez, y a gobernar con vigor, siempre y en todo dentro de las leyes.

De esta manera el Gobierno completa su pensamiento, para cuyo mejoramiento y aprobación necesita, no sólo el apoyo de sus amigos, con el cual confiadamente cuenta, sino que necesita también el concurso de sus adversarios, una vez que en el régimen en que vivimos las minorías contribuyen grandemente con su ilustración, con sus luces y con su oposición a la gobernación del Estado.

Señores Senadores: los temores que hace algún tiempo nos asaltaban, ofreciéndonos el porvenir como una pavorosa incógnita, han desaparecido. Nos encontramos ya en un estado definitivo y al cual hemos llegado contra lo que muchos creían, en paz y con el unánime beneplácito de la Nación. Don Alfonso XIII está ya ocupando el Trono de sus mayores, y con tantas ilusiones en el porvenir, y tan deseoso de contribuir al engrandecimiento y prosperidad de la Nación, que sería verdaderamente un crimen de lesa Patria el hacer que se malograran tan nobilísimos sentimientos devorados por nuestras luchas intestinas y nuestras pasiones políticas. (Muy bien, muy bien.)

La ocasión no puede ser más oportuna; la mayor parte de los problemas pendientes, no son problemas de partido, son problemas nacionales, en cuya buena solución están interesados todos los partidos, todas las clases, todos los ciudadanos que querían la paz y la prosperidad de su país. Pues bien; señores, dediquemos todos nuestros esfuerzos, todos nuestros desvelos a la mejor solución de estos grandes problemas y no como hombres políticos, sino como españoles, dejando las naturales luchas de partido para cuando cesen de abrumarnos estos problemas interesantísimos de los cuales depende la vida entera de la actual sociedad, aquí, y en todas partes. Así, y sólo así, es como podremos ayudar a las halagüeñas esperanzas de nuestro joven Monarca, y así, y sólo así, compenetrándose el Parlamento con la Monarquía y la Monarquía con la Nación, es como podremos salvarnos de esta política menuda que nos empobrece y nos anula, y podremos al fin aspirar a un porvenir de paz para la Nación, de gloria para la Monarquía y de orgullo y satisfacción para todos los españoles. (Muy bien.)

Piensa el Gobierno, Sres. Senadores, fundándose en estos propósitos y ayudado por su mayoría, de la cual no ha dudado ni un solo instante, piensa cumplir su deber: ahora, que cada cual, Sres. Senadores, cumpla con el suyo. He dicho. (Muy bien, muy bien. Aplausos en la mayoría. Los Sres. Conde de Esteban-Collantes y Conde de Tejada de Valdosera piden la palabra.)



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